diumenge, 31 d’octubre del 2010

Barcelona, 05/10/1966


Sabía que estabas allí, junto a mí, pese a que no podía verte. Yacía desnuda, en algún sitio, en la seguridad de aquel rincón. ¿En qué dulce instante amaneciste? Hasta aquel momento sólo habías formado parte de mis sueños, llenándolo todo con tu esencia.

No dudé un sólo instante. Seguí tu aroma y cuando quise darme cuenta, me vi ante ti. Acariciaste mis menudas manos. Ni tan siquiera la desnudez de mi cuerpo me atormentaba. Era todo tan limpio, tan apacible... No podía esconderme de algo tan inocente como tu mirada, de algo tan grande como tu luz. Sentí el calor de tu abrazo, un abrazo casto, puro como el agua que brota de un manantial. En ese instante me rendí a tí.

Han pasado ya cuarenta y cuatro años y sigo, como entonces, rindiéndome ante ti.