diumenge, 23 d’octubre del 2011

Banyoles 23/10/2011




Hoy he pensado que existen cientos... no, no cientos sino miles de mañanas como ésta, en las que un leve susurro renace con inusitada fuerza para romper el silencio de la noche. Y así, poco a poco, alzándose tras las esquinas, se convierte en una voz ferviente que clama al viento el derecho, incorruptible, de soñar con una vida digna. Eso no nos lo pueden quitar, porque es nuestro, nos ha sido otorgado y nada ni nadie puede cambiarlo. Es lo único que tenemos, el derecho u obligación de disfrutar de una vida digna. Puedes llamarlo como quieras pero es tuyo, y mío, y debemos respetarlo.


Quiero salir a la calle y gritar… gritar que estoy viva. Quiero vivir, quiero sentir, quiero… quiero que el mundo entero lo sepa: estoy viva. ¡Me muevo, como, respiro! Y tú... tú también respiras.
Este otoño que comienza con fuerza, con alegría, nos regala un tapiz de sueños y fantasías. Hoy puedo oír mi música; me acompaña allá donde voy, como la banda sonora de mi propia vida.


¿Puedes oír tú la tuya? Inténtalo. Mira a tu alrededor y dime qué ves. Si puedes ver algo; si puedes sentir a aquellos que te rodean; si eres capaz de entender que todos, incluso aquellos que no te conocen tienen los mismos derechos que tú; si crees en la armonía, en la vida, entonces cierra los ojos y vuelve a abrirlos pasados unos instantes.

Sentirás cómo los colores vuelven a poblar cada detalle. Sentirás el apoyo de una mano amiga cuando estés cansad@. Sentirás tu propia música. No lo dudes, todos la tenemos, aunque a menudo otros sonidos menos armónicos nos impidan oírla.


Ahora debes perdonarme. Voy a salir a la calle, a disfrutar del sol y de los colores, de los olores y, ¿quién sabe? De todo lo que la vida pueda ofrecerme.

Hasta luego.